Recent Posts

jueves, 3 de marzo de 2011

Ser clase media en México

“Hagamos buena Ciencia Social”
Estudiante de Licenciatura en Economía (CIDE)

Nota: Los conceptos pueden ser engañosos pero ser “clase media” no significa ubicarse en la media de la distribución del ingreso del país. En México, el 47.4% de los mexicanos viven en pobreza patrimonial[1] cuando cabría espera que del 17.5 % al 83.5 % de la población fuera clase media (si la riqueza tuviera una distribución normal). La riqueza se distribuye de forma desigual en nuestra sociedad y se encuentra “desconcentrada” de la mayoría de la población del país [2]. En México, las contradicciones son tan grandes que cuando Artaud (un célebre surrealista francés) llegó al país exclamó: Nosotros creíamos haber inventado el surrealismo pero en México siempre ha existido.



Orgullosamente, en este país vive el hombre más rico del mundo, Carlos Slim Helú[3] (sí, más rico que Bill Gates y que Warren Buffet)  y otros once billonarios[4]. Lo contrastante es que en este país, también, viven cincuenta millones de pobres [5]. Es muy sencillo englobar a las personas más necesitadas de este país (mujeres que viven en mendicidad, los niños de la calle y los payasitos de crucero) con una sola palabra “los pobres” pero debemos comprender que esas personas son nuestros hermanos, nuestros conciudadanos mexicanos que, al igual que nosotros tienen el potencial de ser grandes personas, aman a sus familias, sufren necesidades y que viven pesadillas en este paraíso.

  Por mi parte puedo decir que soy un mexicano de veinte años, dicho de otra forma, llevo un quinto de siglo habitando en este país. Las contradicciones que he vivido son tan grandes que hay cosas que aún no comprendo. Iniciaré con mi infancia. Recuerdo que jugaba en el arenero con los demás alumnos del Colegio Miraflores en la huerta donde la escuela llegó a tener venados y, también, recuerdo esas felices cascaritas de los viernes con los niños del Barrio Arriba, todo en León, Guanajuato.

  Cursé de preescolar a secundaria en dicho Colegio dirigido por monjas, por lo que recuerdo el miedo y la curiosidad que sentí al escuchar en el patio de la primaria -católica y opulenta- por primera vez las críticas sociales directas y altisonantes de Molotov[6]. Además, recuerdo haber escuchado en esa misma escuela los más elegantes violines de Vivaldi.

 Mi adolescencia la pasé en el ITESM Campus León. Esa magnífica escuela enclavada, en el Cerro Gordo, de donde se puede apreciar la ciudad y la hermosa Presa del Palote. Fui alumno –obviamente becado- de “un selecto programa de alto rendimiento académico” junto con otros veintiún jóvenes. Dudo mucho que exista un bachillerato más costoso en los estados aledaños y; sin embargo, nunca he olvidado mi contacto más directo con la vida de pobreza.

 Cada año, durante los últimos diez años, he ido en peregrinación de León a San Juan de los Lagos. El objetivo es caminar alrededor de setenta kilómetros durante casi treinta horas. La reflexión y la miseria son los acompañantes del camino. Algunas personas recorren el trayecto descalzas. Dormir es todo un rito. El reposo se da un “cuartos” de tres paredes con “techo” de plástico. Es caer dormido a la orilla de la carretera en el punto en que la fatiga del camino se sobrepone al ruido de los generadores eléctricos y al frío del invierno en las llanuras aledañas a los altos de Jalisco.

 Lo que quiero decir es que he vivido mi vida conviviendo con las dos caras de nuestro país. No he tenido una existencia holgada ni carente. Ciertamente no puedo decir que conozco cómo viven las personas enclavadas en nuestras serranías ni los directivos de las corporaciones mexicanas pero tengo una idea de cómo se viven los contrastes en este país. Me he sentado a la mesa con las mejores personas y he dormido hacinado en condiciones poco “ortopédecas”.

 Ahora, entremos a mi adultez. Después de haber recibido una esmerada educación durante toda mi vida, soy una persona que habla español, inglés y francés fluidos y tiene nociones básicas de alemán; sin embargo, conozco y disfruto de las jergas mexicanas. Le digo “manta” a mi peluquera que trabaja en una papelería/peluquería (¿?) y “valedor” al camionero que maneja todo el día -o está estacionado todo el día- en las calles del DF a cambio de un sustento estrecho.

 Debo admitir que soy una persona con una vida un poco extraña. Le exijo a los camioneros ese peso de cambio que en ocasiones tratan de “olvidar”. Después de los no poco interesantes pleitos por un peso[7] con los mencionados camioneros, llego a clases al CIDE para escuchar cátedra de doctores mexicanos –egresados de Chicago, Washington u Óregon, esos individuos conocidos como “vacas sagradas”- y discutir con ellos políticas públicas y fundamentos de teoría económica.

 Estudio en una universidad pública -que cobra colegiaturas (¿?)- y si logro graduarme (dos años más de austeridad :s) entraré irremediablemente y, aún contra mi voluntad, a un peculiar grupo poblacional mexicano. A saber, en el D.F. -que tiene la escolaridad promedio más alta del país- 15 de cada 100 personas han terminado la licenciatura[8]. Los números me dan tristeza. Sin embargo, irremediablemente tendrá más posibilidades de encontrar un mejor trabajo que el resto de los 85 de cada 100 defeños restantes.

 Por las noches, al salir de clases, veo destellar las deslumbrantes luces de Santa Fe. Me deleito observando esas autopistas de cuatro carriles que se encuentran al pie de numerosos rascacielos modernos de más de treinta pisos. Aprecio esos monumentos de acero y cristal que ponen a la Ciudad de México a la altura de Houston; sin embargo, sé que detrás de esta fotografía de primer mundo están los barrios pobres de Cuajimalpa y Alvaro Obregón que compiten codo a codo en nivel de vida con las “mejores” favelas brasileñas.

  La cereza del pastel que me impulsó a escribir este artículo la encontré hace unas semanas cuando  viajé en camión y metro a las cinco de la mañana. Todo pintaba como un día normal: rum, rum, ajetreo en la ciudad! Lo anormal fue que en menos de dos horas compartí el andén del metro con dos grupos poblacionales diferentes: los obreros de la Ciudad de México y los estudiantes que se dirigían al Instituto Politécnico Nacional. Ellos iban a trabajar y a estudiar respectivamente pero yo me dirigía a la estación terminal aérea para recoger a mi hermana que venía de estudiar seis meses en Berlín… ¿Cómo caben en un andén personas con trayectos tan distintos? Reflexionando sobre este artículo me di cuenta de que tal vez no pertenezco a ninguna clase social, pero embono perfecto en cualquiera.

  Esa es una parte de mí. Soy Mario Enrique Negrete García y llevo un quinto de siglo viviendo en este país. Soy un clase media mexicano que vive entre dos mundos completamente diferentes. México es mi país, lo amo y lo respeto pero comprendo que necesitamos mejorarlo. El problema principal es el análisis de los grandes problemas económicos, de desarrollo y equidad que vivimos en nuestro país. Es nuestro deber atacar estos problemas y brindad oportunidades para una regeneración y una mejora de nuestro país.


* Si este artículo tiene algo de ameno e interesante es debido a los atinados y certeros consejos de edición de Dante Salazar. Todas las fallas son mías por ser un cabezón remilgoso que en ocasiones desoye consejos.

** Si este trabajo se terminó de escribir fue gracias a la atención y los apreciables recordatorios de Andrés Jurado. Si no fuera por él, tendría la nariz entre libros de Análisis Matemático y Estadística.


P.d. ¡Haz patria y quéjate constructivamente!
P.d.d No olviden comentar, a sí sea para decir que mi vida es fofa y aburrida. Les aseguro que si es el caso trataré de hacerla más interesante ;)


[1] Datos de 2008, ww.coneval.gob.mx/contenido/med_pobreza/3494.pdf
[2] En 2008 México obtuvo un índice de Gini de 0.52. http://data.worldbank.org/indicator/SI.POV.GINI
[6] A propósito del post, algunas estrofas: Yo por eso me quejo y me quejo, porque aquí es donde vivo yo ya no soy un… Gente que vive en la pobreza, nadie hace nada porque a nadie le interesa…Si nos pitan como a unos ·&·/#, no lo somos! Viva México, ·$%&!... Que se sienta el power mexicano! Así es! Todos juntos como hermanos!
[7] A veces hay cosas que valen más que un peso ¬¬. Como el coraje de que traten de verte la cara y te digan: “Uy, joven. Ni es cierto, siempre cobramos cinco pesos”.
[8] “El grado de escolaridad promedio en el D.F. es de 10.2 años o hasta el segundo año de secundaria. El dato es 15 de cada 100 adultos mayores de quince años terminan estudios de licenciatura o equivalentes. Ni qué decir de Chiapas… http://cuentame.inegi.gob.mx/monografias/informacion/df/poblacion/educacion.aspx?tema=me&e=09

2 comentarios:

Ramón dijo...

Buenísimo, Mario. Es impresionante que a veces se pueden ver las dos caras de la moneda en un solo lugar. (Por ejemplo en el puente entre las águilas y santa fe, donde no es el mismo grupo de población a la izquierda que a la derecha)
Sigue así

AKaren dijo...

La vida de cada persona es única, pero me parece tan cierto que las personas de clase media en México sabemos perfectamente identificar los extremos. No nos "apantalla" ver la riqueza extrema ni nos es ajeno ver a la gran masa de personas pobres. México es un país de contradicciones tan fuertes que con un mínimo de sensibilidad es imposible no conmoverse.
Creo que México es un país con tantos ánimos de crecer, pero con tantos vicios que no deja atrás.
Como economista CIDE y a tres meses de graduarme, puedo decir que lo que le ha dado sentido a todas esas horas de estudio es el afán de que este país mejore. Me resulta imposible no sentir indignación por las injusticias, el miedo que se siente por la guerra del narcotráfico, la corrupción, .... pero me resulta aún más difícil, a pesar de todo, dejar de amar al país que me ha dado todo con una profundidad arrebatadora.

Publicar un comentario