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domingo, 4 de septiembre de 2011

Retomar el movimiento del voto nulo


Estudiante de licenciatura en relaciones internacionales (Westhill)

Como hace poco me mencionaban algunos compañeros, la única forma de comunicación directa de la población con su gobierno es a través del voto. Evidentemente esto no es suficiente. Hace años, salir a las calles a manifestarse era un motivo de orgullo, una forma muy eficaz de llamar la atención. No todas esas manifestaciones salieron como debían, pero la ciudadanía se enteraba de las diversas situaciones de desacuerdo entre el grupo manifestante y el gobierno. Hoy en día la realidad ha cambiado. Hoy en día eso ya no pasa salvo en ciertas excepciones. 

En el Distrito Federal, según el conteo del periódico Milenio, se realizaron en 2010 alrededor de tres mil doscientas marchas, es decir, un promedio de 9.2 protestas por día. La Cámara de Comercio de la Ciudad de México reporta que por una marcha que dure hasta tres horas, los daños a la economía ascienden a 319 mdp, dependiendo de la zona que abarque; por una marcha con más larga duración puede llegar hasta los 500 mdp. Ante estas condiciones económicas, las marchas no se me figuran como un método efectivo, pero lo que más me pone a pensar y me gustaría saber es cuántas de esas marchas lograron su cometido. Yo estoy a favor de la libertad de expresión y que le exijamos al gobierno cuando no estemos de acuerdo con las acciones que no atiendan a nuestras necesidades; sin embargo, también creo que los métodos de exigencia deben ir evolucionando. Otro aspecto de las marchas que me preocupa es el qué tan politizadas están. Muchos analistas políticos no creen en las movilizaciones porque siempre muestran un grado de politización o partidización. La realidad es que muchas de las movilizaciones que vemos a diario pierden su credibilidad por los asuntos que tocan.

La ciencia política señala que existen tres factores que pueden explicar el voto nulo: el sistema electoral, los aspectos sociales y la protesta en forma de voto. Y justamente la tercera es como yo veo que podríamos manifestarnos sin necesidad de tomar las calles y sin necesidad de parar la economía. Anular el voto es diferente al abstencionismo; uno implica salir a tachar una boleta por un candidato independiente o poner un mensaje, y el otro significa incumplir con nuestra obligación ciudadana de emitir un voto; una significa dar un voto pensado, aunque no venga en la boleta, y otro significa simplemente no participar en la democracia; uno manda un mensaje hacia los partidos y el otro simplemente puede ser ignorado.

Ante la actual coyuntura, salir a emitir un mensaje a las urnas es un llamado de atención a los partidos. El movimiento del voto nulo desafortunadamente no es suficiente e incluye un problema: no sabemos qué cantidad de voto nulo es causada por el analfabetismo y cuánto realmente es pensado. Sin embargo, en México el voto nulo siempre ha sido muy pequeño a comparación de otros países en América Latina, pero el movimiento de 2009 logró posicionarse como la quinta fuerza electoral, algo que no había ocurrido y es atribuible directamente al movimiento anulista que hubo. El voto nulo en 2009 contó con 1,839,971 votos, lo que significa 5.39% del total de sufragios, cifra superior a la obtenida por institutos como el PT, Convergencia, Nueva Alianza y PSD. Pero no solo eso; ante las condiciones de poca gobernabilidad del país, los partidos grandes también se ven en la necesidad de voltear a ver el porqué no conectan los discursos con esos casi dos millones de ciudadanos participantes. Si se quiere tener legitimidad, se debe empezar a sumar votos y se debe voltear a ver las necesidades y las exigencias de las personas. Me viene a la mente si se volviera a dar un .5% de diferencia en México, los anulistas bien podrían ser la diferencia. Pero también debemos entender –y bien lo dijo una compañera estudiante de derecho por la UNAM- que esto debe venir acompañado de medidas legales que realmente le pegue a los partidos en donde más les duele, en las carteras.

Mi propuesta concreta es simple, somos muchos los inconformes, empecemos a manifestarnos de una manera diferente. Ya es bien sabido que las marchas y las acampadas enfrente del senado no llegaron a ninguna solución; la marcha de Javier Sicilia ha perdido su credibilidad; el movimiento de Martí y Wallace logró una ley antisecuestro que tampoco ha traído resultados visibles. Tal vez de esta manera poco a poco veamos resultados, hagamos una invitación a votar.

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