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viernes, 6 de mayo de 2011



Sobre campos conocidos,
jamás tocados por alas de ángel:
la belleza de praderas sin fin, donde el color de la miel más densa
llena los ojos cansados y la brisa con sabor ocre
y el latir oscuro de los árboles y el aleteo,
sobre campos dorados, de miel, de ocre, de sonidos plateados (...)

De simplicidad, de sosiego, de inmensas aspiraciones.


Sobre el fango que pierde la vista en el atardecer, con dejos de miel
y sonidos dorados y brisa que llena la vista
y vista llena de espiga (...)

Sobre esta hierba dulce he de morir, envuelto en melancolía y con más preguntas.
Y  todo está claro, pues el ansia feneció
-como fenece el trigo- 
ante el frío (como todo fenece).
Y sobre las ruinas se yerguen generaciones progresivamente bellas
y la brisa (siempre perenne) huele a miel, dorada.

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